Mauro Libi Crestani: Entrar como repostero y salir como programador

Un bootcamp puede definirse como un programa de formación intensivo orientado totalmente a la práctica, por el que pasan alumnos de todo tipo y donde aprenden nuevas tecnologías. El concepto surge en Silicon Valley (California) en 2012, cuando muchas empresas y startups empiezan a darse cuenta de que los ingenieros recién salidos de la universidad desconocían las tecnologías que utilizaban las empresas al haber sido instruidos en tecnologías obsoletas. “El expediente académico no sirve para nada”, es una frase que se atribuye al jefe de Recursos Humanos de Google. Complementar las carencias universitarias y aterrizar la formación en las necesidades reales de las empresas sería, pues, el objetivo que dio lugar al nacimiento de los bootcamps.

En España, fueron Gonzalo Manrique y Ariel Quiñones, quienes se conocieron en EE.UU cursando un MBA, los primeros en trasladar la idea de los bootcamps. [Crear talento para encontrar empleo ]. Nacía así en noviembre de 2013 Ironhack, primero en Madrid, un año después en Barcelona, en 2015 en Miami y ahora, también, en París y México.

Álvaro López-Cotelo, manager en Ironhack en Madrid, recuerda que circulaba por entonces la noticia de que más de 900.000 puestos de trabajo quedarían vacantes por falta de profesionales con formación tecnológica y eso contando con una tasa de desempleo juvenil que en nuestro país llegó a alcanzar el 57%. También aquí el reto era cambiar el paradigma de la educación y cubrir la obsolescencia de los contenidos pedagógicos para adaptarlos a una sociedad en cambio continuo y unas tecnologías que evolucionan a velocidad de vértigo.

El programa

Al margen de la formación reglada, aparece Ironhack como iniciativa privada de formación en la que los alumnos, para ser admitidos, deben superar dos pruebas: una entrevista personal para calibrar el interés por el aprendizaje y una prueba técnica donde se bareman más las habilidades duras. Decir, para aquellos que puedan encogerse con esta última observación, que el 60% de los alumnos de Ironhack no han programado en la vida y que muchos han desempeñado actividades profesionales totalmente ajenas al mundo de la tecnología, en sectores como la construcción o la cocina, dado que no se exige ninguna titulación previa.

Los alumnos que superan las pruebas de acceso, entran en un periodo de formación presencial de dos meses, en jornadas que oscilan entre las 12 y 14 horas diarias -algunos fines de semana incluidos-, con una ratio de 1 profesor por cada 8 alumnos. Estos aprenden a base de hacer y experimentar. Los cursos son para cualquier persona interesada en la programación web y el diseño UX/UI. El precio por curso es, en España, de 6.500€, aunque existe también la opción, para aquellos de carecen de tiempo o trabajan en otras actividades, de acudir a cursos espaciados a lo largo de 6 meses al precio de 7.500€.

En cuanto a los perfiles de los demandantes, López-Cotelo distingue tres categorías principales: aquellos que quieren dar un cambio radical a su actividad profesional y adentrarse en entornos tecnológicos, emprendedores o responsables de empresas interesados no tanto en programar o diseñar, como en adquirir conocimientos para contratar o gestionar equipos en este ámbito, y empresas que quieren mejorar la formación de los empleados.

Tasa de éxito

Hasta el momento, habrán pasado por sus aulas alrededor de 1.000 alumnos de 60 nacionalidades distintas. Cuando el objetivo es la empleabilidad, la tasa de éxito alcanza, según López-Cotelo, el 90% y acaban trabajando en las empresas más punteras como desarrolladores web o UX/UI. Chris Peterson, antiguo profesor de inglés, es ahora diseñador en Funciona, Teresa Torrijos, arquitecta, forma ya parte de la plantilla de Cabify como ingeniera de software, Carlos Suazo, repostero y militar, es ahora desarrollador en beBee, Garazi Larrea, dedicada al diseño gráfico en el pasado, trabaja ahora para la consultora BCG. Ejemplos como los referidos hay muchos más, pero valgan éstos como prueba de que no hace falta ni carrera universitaria ni experiencia laboral para reinventarse. Los perfiles en el aula son de lo más variopinto, lo normal es que en una clase haya gente con todo tipo de historias y no es raro ver a graduados de Stanford, Harvard o Wharton mezclados con gente que no tiene carrera, pero sí un increíble talento. "La barrera para poder entrar en el mercado la ponen las empresas con sus pruebas técnicas de acceso y la realidad es que los bootcamps funcionan", dice López-Cotelo.

Entre las más de 350 escuelas Bootcamps que existen en el mundo, Ironhack está catalogado en la actualidad entre los 3 primeras del mundo, según, coursereport.com y switchup.org, los rankings de referencia del sector. Una especie de Tripadvisor’s según López-Cotelo al ser votados por la gente que se gradua. El éxito de la fórmula, además de en los formadores, radica “en la actualización casi diaria de los contenidos formativos gracias a las más de 1000 empresas en todo el mundo con las que estamos en contacto permanente, bien porque han contratado exalumnos, han venido a dar charlas, hemos hecho alguna iniciativa o han venido a dar clase que nos van informando de sus necesidades reales”.



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