La angustia de una emprendedora: Invirtió todos sus ahorros en su centro de yoga, cerró por la cerró por la cuarentena y el Estado no la ayuda
Anouk Castro es profesora de yoga y, por la pandemia, se quedo sin trabajo. Había invertido todo su capital pensando que este iba ser su año y lamentablemente hoy esta viviendo del poco sueldo de su marido.
El 2020 iba a ser el años de Anouk Castro (31). Es instructora de Ayur Yoga Vital y
se dedica al Hatha Yoga Pre natal y para familias (más conocido como
yoga para mamá y bebé).
“Decidí comenzar el instructorado sin saber que esta práctica llegó a mi vida para quedarse. Es que realmente cambió mi forma de vivir. Reunió todas esas cosas que buscaba a la hora de encontrar algo donde pudiera ejercitar físico y mente” explica.
Al año de comenzar, cuando Anouk estaba cursando Yoga Terapia,
sus compañeras le insistieron que comience a enseñar. Empezó
practicando con amigos, hasta que Laura, una compañera, debía irse de
vacaciones por dos semanas y le pidió que la reemplazara con sus alumnas
en San Telmo "Anu -le dijo-, yo quiero que seas vos. Tomá mi lugar y ponete a enseñar". Así empezó su travesía.
“Salí de esas clases con el corazón explotado de felicidad. Supe en ese
momento, aunque con mucho miedo, que eso era lo mío. Los meses pasaron y
muchos amigos empezaron a escribirme para aprender yoga conmigo. Compré
los elementos, agarré un carrito de los del súper y comencé a
trasladarme en colectivo para brindar las clases. Luego me hice un Instagram con el nombre actual, Asana Soul Yoga, y empecé a ofrecer mi conocimiento por las redes
y el boca a boca de los alumnos que asistían. Todos mi conocidos me
ayudaron compartiendo y recomendándome. Yo aprendía a enseñar en cada
clase y toda esa experiencia me llevo a querer abrir mi primera sala de
Yoga” cuenta emocionada.
Anouk Castro practicando yoga |
En en verano del 2019 le llegó la oportunidad:
le prestaron un monoambiente en pleno Microcentro a una cuadra del
Obelisco. A cambio, debía de pagar los servicios, las expensas y hacerle
arreglos, porque el departamento estaba en muy mal estado. “La
idea era probar hasta marzo del año siguiente y ver si esto realmente
era para mí y si a los alumnos les iban a gustar mis clases. Mi proyecto era, entonces, abrir un espacio mas grande o alquilar una sala por la zona. Puse
manos a la obra y pinté, cambié el piso, decoré... Caminé por todas
partes buscando precios, porque no tenia mucho dinero para elegir los
elementos de yoga y la decoración del lugar, y así nació Asana
Microcentro” dice Anouk.
El año pasado fue duro, pero había un horizonte luminoso. Daba varias clases por día para que su espacio funcionara. “Me levantaba a las 6 y muchas veces llegaba a las 21.30 hs a casa. Venían
alumnos de todos lados, ya que en el centro se juntan para trabajar.
Antes de entrar a la oficina venían los guerreros de las mañanas, al
mediodía los que podían escaparse y darse un ratito para ellos y a la
tarde los que salían de la oficina que solo querían relajar. Gracias a todos esos alumnos es que comencé a pensar en cumplir mi sueño: armar un salón a la calle en mi barrio de Saavedra”, cuenta la protagonista de la historia.
En diciembre del año pasado señó el local donde actualmente esta Asana Saavedra. En enero firmo súper emocionada. porque en el 2020 iba a poder cumplir su sueño de tener una sala de yoga para muchas personas,
en donde se hagan otras actividades como pilates y meditación con la
ayuda de otros profes. Invirtió en el local, cambió el piso, lo pintó y
compró más elementos. “Llegó marzo, corría para todos lados para poder
dar mis clases en Asana Microcentro y estar con los arreglos de la nueva
sala en Saavedra, cuando faltando solo 10 días para la apertura del
nuevo espacio y sólo una mano de pintura y detalles, llegó la cuarentena
a nuestro país” detalla tristemente.
Anouk Castro practicando yoga |
A partir de eso todo fue desesperación e incertidumbre. “Tenia algunos
ahorros que iban a ser destinados para la compra de muebles, que se
me fueron en pagos de alquiler, servicios, monotributo, ingresos brutos y
el cierre de la sala de Microcentro, porque no pude seguir manteniendo
el otro espacio. Distintos sentimientos me invadieron y los primeros meses de la pandemia sufrí de muchísima angustia, dolores en la espalda, insomnio y preocupación. La
ayuda del Estado no llegó, porque aunque estoy dentro de la categoría
para pedirla mi marido trabaja en relación de dependencia y no
califiqué. Entonces tuve que hablar con los dueños y con ellos
pudimos llegar a un acuerdo, entendiendo que soy una persona que no
genera ingresos desde marzo, que mi actividad no esta dentro de las
exceptuadas y que va a pasar tiempo hasta que los profes podamos volver a
trabajar”, dice con mucho dolor.
Anouk
intentó dar clases en vivo, pero la cantidad de oferta gratuita de
clases on line fue abrumadora, y no le dejó espacio a los instructores
profesionales pedirles a los alumnos una retribución por su trabajo.”Actualmente
mi marido es el que me ayuda a abonar los gastos del local, pero no sé
por cuánto tiempo más vamos a poder hacerlo. Me quedó el local vacío
porque no voy a poder invertir dinero en muebles y una sensación en el
pecho de angustia por ver que mi sueño se desvanece”, describe Anouk.
En estos meses aprovechó para estudiar mucho y prepararse para cuando
pueda volver a ver a sus alumnos. “Es fundamental el apoyo de ellos y de
otros emprendedores que me ofrecieron su ayuda y contención. Estamos
apoyándonos entre todos, preocupados pero esperanzados que vamos a poder
salir de esto. No voy a bajar los brazos por mi sueño, luché por él durante muchos años.
Se que pronto vamos a poder reunirnos para nuestras prácticas de yoga
como en los viejos tiempos. Pero si la pandemia y el aislamiento me
llevan a cerrar las puertas voy a tener la fuerza para reinventarme”
concluye.